Cuatro Poemas

Eva Tizzani

Kakeche

Estoy temblando en el lugar desconocido. El río tiene flores, no arrastra piedras, es una oleada noble cubierta de pieles negras. Estoy en el ruido de esta ciudad, me desbordo. Cerré los ojos y gritaron Gualmapu. Venía de lejos, lo único que visualicé fue la cordillera bañada de nieve, se me enfriaron los huesos y al mismo tiempo la ciudad me empezó a abrazar. Lloré por verme lejos de casa, se me acercó un hombre y escuché entrequen. Me había vuelto ceniza y me fundí en el asfalto de estas calles. A mi oído susurro una mujer –kakeche nunca, eres nuestra–.




Intermitencia

La ciudad me cae encima. Me punza el pecho.

María Lionza se parte en dos
y Sorte se queda sin reina.
       Doncella de mirada hundida,
              Danta con el ombligo lleno de gusanos.

Quebranto de ciudades desahuciadas
                        ahogo del no-retorno

Parir.
Huir.
Retornar.

Esta ciudad cabra agazapada,
                                            luz intermitente.
                                      Garganta llena de piedras.
                    Grito.
Jadea.




[Taras muertas]

Taras muertas,
lobos en el jardín
de hombres enterrados,
polillas rojas sobre mi rostro
hacen el grito.


Me nombran:
tierra seca soy,
tamarindo muerto,
mango podrido en la tierra.
El mundo es un punto pequeñísimo
sobre mi cuerpo,
ruido caído del árbol.
Soy ese sonido vacío.




[Arder]

Arder
en todos tus bosques

           [sin ceniza]

Estar en tu pecho
encendida

Solárium sagrado
Ángel que me habita
luz de pájaro en mis ramas

Arde hasta que ningún polvo
sobre la tierra nos pueda.