Mar paraguayo
Wilson Bueno
Recuerdas
Recuerdas, vida, recuerdas: nuestra casa en Assunción, rios d'água, guarânia, y el viejo, non tan viejo como ahora, aún que flaco ô sobretodo por esto, ya solo el instinto movia-lhe la vida sátira y necessitada. Buscavame, después de la quinta copa de vino, súbito, flaco y arrogando naturalidad, empezava a cutucar-me de cocegas, y sabendo que no las suportaba, batendo-me a correr, esto hacia el juego del viejo e yo me precipitava de la sala afuera. Su gusto y martírio: perseguir-me, casar-me, catar-me. Alcançando-me, o que siempre figurava inevitable, jugava-me ao solo (de forma alguma como tuvo de hacer con el contra el sofá), liso sinteco donde me estabanava, mariposa sôfrega, mientras el calcava los duros huessos de sus joelhos sobre mis bracos fraquejantes, las roupas desatadas, toda la roupa, los primeiros estertores de su piel en mi piel, de su rombudo polegar y sexo en brasa tocandome en el todo que yo lo consentia. Colava su grande boca como se fuera aspirar-me toda para su caliente interior. Si, havia sangre de la vena aorta por todos los poros del viejo. Ainda que yo, quando me satisfazia ciertos caprichos, de lojas y jóias, de regalos y reparos, yo costumbrava devolver-lhe en cuspo todo o que su língua ávida me ofertava en saliva con uno indecifrable saber a sêmen. Tripudiava e no se constituía aún esto traste que siempre espetê que morisse y no muere y por quien yo, pela enêsima vez, yo los digo y atesto: no fue yo que matê a el viejo.
Las lluvias de júnio
Chovia. Las lluvias de júnio en el balneário. Densa névoa espessa, una pasta asi de muchos dias quando las chuvas demás empezam a empapar los quintales y las calles. Un evocar de hadas pelas ventanas: todo de bodas con el invierno, los sombreros se entreabraçabam numa orgia de hojas molhadas. Juro. Chovia hasta el huesso de su cara exangue, el oco vacío ali donde se perfilava su rastro en sombras, dibujo emaecido do que fuera en exuberância, ya viejo, pero ainda concreto como la piedra e non esto en que se convertera al final y al cabo. Juro. Solamente, aflita de que lo sufocasse la respiración desenfrenada, o livrê de la manta, del aperto del colarinho e lo transportê de la cama para el sofá, aflita y un poco histerica y –– por que no decirlo? –– con una punta de oscuro odio por su persistência vegetativa e alheada. Su sonrisa de gratidón y afago, aún los ojos hablassen en fúria, su sonrisa no posso comprovar porque subjetivo e particular, mas puedo decir, con rude honestidad, el aún vivia. Después, y después es en notro tiempo, volviendo-me para sufocarlo con un tampón, já que eganiçava, de nuevo, en el diarreico deseo de tornar a la cama, solo pude conterlo en el sofá para perceber que, sin más nem porquê, el viejo ya convertiera-se en nueva máscara del viejo ¬¬–– ahora más contida y ainda que sus tiquitos ojos azules por la catarata abugalhassem fixos en el teto (ô en mis tetas?), por primera vez yo vi un cierto fulgor de decência en la cara desto viejo crápula que me ha arruinado la vida. No, no fue de sopetón que lo atirê de la cama en el sofá, mais ainda para conterlo, ainda que mis manos temblassen nesta demência que deve preceder a los assassinatos humanos –– sea el suicídio-escorpión, sea la vaga-veneno del viento. Somente lo cambiê de assento e ya, la tarea de morir, propriamente dita, esta fue de exclusiva responsabilidad del viejo. De boca cheia puedo alardear, mismo que no se importen comigo: no fue yo que lo matê, a el viejo.
uno que otro entardecer
: cerrada la compra de panes, pañuelos, gases y injeciones, que me tomam ebaforidos instantes en la botica, uno que otro entardecer acá me siento, en nesto sofá diagonal a la ventana, e al sentar-me é casi como se toda me desabasse demoronada: unos retertores en la entraña: el sol crepúsculo entreteciendo-se de úmidos cambiantes: epácios de onde ya pueden mober-se las ocupaciones cerimoniales de la luz y de la luna: por entre la copa de los sombrêros ô entre los duros vacíos de la higuêra que devastam de sombra y suspeición al entardecer del balneário: higuêra, côpa, sombrêros: la fala ancestral de padres y avuêlos que se van de infinito a la memoria, se entretienem todo habla y tricô: estas vozes guaranis solo se enterniecen se todavia tecen: ñandu: no hay mejor tela de que la telaraña de las urdidas hojas: higuêra: sombrêro: de sus urdidas hojas de pleno acordo, ñandu, de acordo y de entremeio por los arabescos que, sinfonia, se entrelaza, radrez de verde e ave y canto, en el andamento feliz de una libertad: ñanduti: ñandurenimbó:
: aca me siento: ñandu: para urdir en el crochê mis rendas ñanduti: ñandutimichi: mínima florinha que se persegue con la aguja ni que sea el tempo pacientísimo de unas dos horas: en estos pontêros, relôgios-de-sal, que van manchando-se de los colores cambiantes del poente se poniendo en los otoños de agora: acá ñandu: su opacidad de sentimiento: me siento: sinto: ñandu: canceriana mi verbo es sentir: me ver: ñandu: invierno más que otoño pânico otoño: ñandu: o que vá de secreta identidad entre estos dos cosas assolutamente distintas: arañas y escorpiones?:
: si, los escorpiones del corazón: ñandu: acesos te pegan, te pegan de todo –– el bote ñandu ocurriendo mortal: sobrevivimos entanto: mismo pescoço-avestruz, ñanduguasú: enfiado en la arena: ñandu: ñanduti: telaraña: el crochê de punto a punto se contorciendose: corola: ramificación de pêlo y línea: lento anunciandose la florinha más florita: más michí: ñandutimichĩ: casi invisible: milacro: simulacro: ñandu: espejo de Dios: ñandu: mil alguna vez solitária ñanduti: la aguja como un oscuro deseo de sangre y muerte: el viejo a cada segundo más viejo: el niño: como pueden ser tan verdes, hovi, mboihovi: los ojos del niño con su miríade de puntos verdes haciendo la pigmentación: hovi hovi hovi: mi desespero fue mayor que la noche ciciada del balneário de Guaratuba donde me oigo morir: la marafona: como una passagêra en este mar: la mar: paraná: pananá: ñanduti
Recuerdas, vida, recuerdas: nuestra casa en Assunción, rios d'água, guarânia, y el viejo, non tan viejo como ahora, aún que flaco ô sobretodo por esto, ya solo el instinto movia-lhe la vida sátira y necessitada. Buscavame, después de la quinta copa de vino, súbito, flaco y arrogando naturalidad, empezava a cutucar-me de cocegas, y sabendo que no las suportaba, batendo-me a correr, esto hacia el juego del viejo e yo me precipitava de la sala afuera. Su gusto y martírio: perseguir-me, casar-me, catar-me. Alcançando-me, o que siempre figurava inevitable, jugava-me ao solo (de forma alguma como tuvo de hacer con el contra el sofá), liso sinteco donde me estabanava, mariposa sôfrega, mientras el calcava los duros huessos de sus joelhos sobre mis bracos fraquejantes, las roupas desatadas, toda la roupa, los primeiros estertores de su piel en mi piel, de su rombudo polegar y sexo en brasa tocandome en el todo que yo lo consentia. Colava su grande boca como se fuera aspirar-me toda para su caliente interior. Si, havia sangre de la vena aorta por todos los poros del viejo. Ainda que yo, quando me satisfazia ciertos caprichos, de lojas y jóias, de regalos y reparos, yo costumbrava devolver-lhe en cuspo todo o que su língua ávida me ofertava en saliva con uno indecifrable saber a sêmen. Tripudiava e no se constituía aún esto traste que siempre espetê que morisse y no muere y por quien yo, pela enêsima vez, yo los digo y atesto: no fue yo que matê a el viejo.
Las lluvias de júnio
Chovia. Las lluvias de júnio en el balneário. Densa névoa espessa, una pasta asi de muchos dias quando las chuvas demás empezam a empapar los quintales y las calles. Un evocar de hadas pelas ventanas: todo de bodas con el invierno, los sombreros se entreabraçabam numa orgia de hojas molhadas. Juro. Chovia hasta el huesso de su cara exangue, el oco vacío ali donde se perfilava su rastro en sombras, dibujo emaecido do que fuera en exuberância, ya viejo, pero ainda concreto como la piedra e non esto en que se convertera al final y al cabo. Juro. Solamente, aflita de que lo sufocasse la respiración desenfrenada, o livrê de la manta, del aperto del colarinho e lo transportê de la cama para el sofá, aflita y un poco histerica y –– por que no decirlo? –– con una punta de oscuro odio por su persistência vegetativa e alheada. Su sonrisa de gratidón y afago, aún los ojos hablassen en fúria, su sonrisa no posso comprovar porque subjetivo e particular, mas puedo decir, con rude honestidad, el aún vivia. Después, y después es en notro tiempo, volviendo-me para sufocarlo con un tampón, já que eganiçava, de nuevo, en el diarreico deseo de tornar a la cama, solo pude conterlo en el sofá para perceber que, sin más nem porquê, el viejo ya convertiera-se en nueva máscara del viejo ¬¬–– ahora más contida y ainda que sus tiquitos ojos azules por la catarata abugalhassem fixos en el teto (ô en mis tetas?), por primera vez yo vi un cierto fulgor de decência en la cara desto viejo crápula que me ha arruinado la vida. No, no fue de sopetón que lo atirê de la cama en el sofá, mais ainda para conterlo, ainda que mis manos temblassen nesta demência que deve preceder a los assassinatos humanos –– sea el suicídio-escorpión, sea la vaga-veneno del viento. Somente lo cambiê de assento e ya, la tarea de morir, propriamente dita, esta fue de exclusiva responsabilidad del viejo. De boca cheia puedo alardear, mismo que no se importen comigo: no fue yo que lo matê, a el viejo.
uno que otro entardecer
: cerrada la compra de panes, pañuelos, gases y injeciones, que me tomam ebaforidos instantes en la botica, uno que otro entardecer acá me siento, en nesto sofá diagonal a la ventana, e al sentar-me é casi como se toda me desabasse demoronada: unos retertores en la entraña: el sol crepúsculo entreteciendo-se de úmidos cambiantes: epácios de onde ya pueden mober-se las ocupaciones cerimoniales de la luz y de la luna: por entre la copa de los sombrêros ô entre los duros vacíos de la higuêra que devastam de sombra y suspeición al entardecer del balneário: higuêra, côpa, sombrêros: la fala ancestral de padres y avuêlos que se van de infinito a la memoria, se entretienem todo habla y tricô: estas vozes guaranis solo se enterniecen se todavia tecen: ñandu: no hay mejor tela de que la telaraña de las urdidas hojas: higuêra: sombrêro: de sus urdidas hojas de pleno acordo, ñandu, de acordo y de entremeio por los arabescos que, sinfonia, se entrelaza, radrez de verde e ave y canto, en el andamento feliz de una libertad: ñanduti: ñandurenimbó:
: aca me siento: ñandu: para urdir en el crochê mis rendas ñanduti: ñandutimichi: mínima florinha que se persegue con la aguja ni que sea el tempo pacientísimo de unas dos horas: en estos pontêros, relôgios-de-sal, que van manchando-se de los colores cambiantes del poente se poniendo en los otoños de agora: acá ñandu: su opacidad de sentimiento: me siento: sinto: ñandu: canceriana mi verbo es sentir: me ver: ñandu: invierno más que otoño pânico otoño: ñandu: o que vá de secreta identidad entre estos dos cosas assolutamente distintas: arañas y escorpiones?:
: si, los escorpiones del corazón: ñandu: acesos te pegan, te pegan de todo –– el bote ñandu ocurriendo mortal: sobrevivimos entanto: mismo pescoço-avestruz, ñanduguasú: enfiado en la arena: ñandu: ñanduti: telaraña: el crochê de punto a punto se contorciendose: corola: ramificación de pêlo y línea: lento anunciandose la florinha más florita: más michí: ñandutimichĩ: casi invisible: milacro: simulacro: ñandu: espejo de Dios: ñandu: mil alguna vez solitária ñanduti: la aguja como un oscuro deseo de sangre y muerte: el viejo a cada segundo más viejo: el niño: como pueden ser tan verdes, hovi, mboihovi: los ojos del niño con su miríade de puntos verdes haciendo la pigmentación: hovi hovi hovi: mi desespero fue mayor que la noche ciciada del balneário de Guaratuba donde me oigo morir: la marafona: como una passagêra en este mar: la mar: paraná: pananá: ñanduti