de Lieder: Cantos al oído, cantos al olvido
Pura López-Colomé
3 vocativos
con música de Jorge Ritter
I Semí (triste allegro)
Más hondo cada vez más fondo,
brillante cada vez más bello
homóptero
de gala,
langóstera
de lujo,
que habla, asiente, quiere
ser
Sí,
Sísí,
Sísísí,
Síííííííííí
y caer.
Un crujido en acto,
fusil que abre
fuego fatuo
bajo pies incautos,
de paseo y tan campantes,
incrustados y elegantes
entre piedras lisas y senderos,
entre orquídeas y bonsáis,
hechizo extraño,
fealdad del otro mundo,
vias sobre las vidas,
no maravilla a secas,
horror tampoco,
un salto mortal inverso,
una cabriola impresa
en esqueletos
que habla
en tarabilla
iridiscente:
Amaba tanto al ala
que le enseñó el suspenso.
Amaba tanto el trino
que le enseñó el silencio.
A decir cada vez menos
y seguir muriendo más.
A irse ya,
irse naciendo.
II Cigarra (descenso/ascenso súbito)
Inmersa
represalía,
caricia
desprovista
de pavor,
despavorida,
alimaña
afinando
su panoplia
a mi pesar.
Macho y hembra,
todo abdomen,
toda fuelle,
fuero interno,
fuera infierno.
Vibraba con locura.
III Cicada (fuga inconsútil)
Perder piso
y vivir,
ya encimada
sobrepuesta
ya enlazada
a capas y más capas de otras cosas,
cientos
de miles
de millones
reclinadas a la espera,
alharaca en despedida,
purísimos
filos
estentóreos,
pico y pala,
ostentosa oscilación
entre lamento y alabanza,
entre sustento y elemento.
Mantis religiosa
con música de Marco Antonio Castro
I
¿Zoología?
Del zooreino
súbdito
que ni nombre
merece o necesita,
y me cabe no en la boca,
cual agravio o alabanza,
sí en la mano,
cual fuete, revólver,
varita mágica,
puntal,
luz
de Bengala.
Su conjuro
campanero,
fraile rezador,
predicador:
su identidad,
la mía.
II
Apareció en el barandal
de mi tristeza,
sobre la forja negro mate
de mis últimos minutos.
Cuidado,
alertaba
la capa de aire
a mis espaldas:
no hay majestad
de cóndor de California
o sabor a crimen y tragedia
de buitre americano;
no confundas
transparencia
con plumosas vastedades
destinadas a planear;
no confundas propicio
con ubicuo,
quehacer sin sangre
del profeta literal:
de frente, imposible
sostenerle la mirada
(cosa que hasta del asesino,
in articulo mortis
se consigue).
III
Extiende las extremidades
y las une en oración
para gozar,
aplicar suma destreza
al atrapar su presa,
su móvil alimento,
pan de vida;
eleva así plegarias
al creador
e ipso facto
por arte
de milagro
se torna
inofensiva.
IV
Órbitos y antenas
coludidas
con madre natura
para el engaño:
hasta para sufrir
hay que comer,
no me mates,
mantis,
no me ingieras,
de ti misma
no me llenes.
V
¿Cuántas veces
habré abierto yo
la boca
y sacado la lengua
para recibir
el mayúsculo
arponazo,
óvalo de oblea
inmortal?
VI
Me remuerde
la conciencia,
me resuena
el corazón
a pajaritos;
alguien toca la puerta,
golpea con aldabón:
¿quién?
responde
preguntando
un alma de animal.
con música de Jorge Ritter
I Semí (triste allegro)
Más hondo cada vez más fondo,
brillante cada vez más bello
homóptero
de gala,
langóstera
de lujo,
que habla, asiente, quiere
ser
Sí,
Sísí,
Sísísí,
Síííííííííí
y caer.
Un crujido en acto,
fusil que abre
fuego fatuo
bajo pies incautos,
de paseo y tan campantes,
incrustados y elegantes
entre piedras lisas y senderos,
entre orquídeas y bonsáis,
hechizo extraño,
fealdad del otro mundo,
vias sobre las vidas,
no maravilla a secas,
horror tampoco,
un salto mortal inverso,
una cabriola impresa
en esqueletos
que habla
en tarabilla
iridiscente:
Amaba tanto al ala
que le enseñó el suspenso.
Amaba tanto el trino
que le enseñó el silencio.
A decir cada vez menos
y seguir muriendo más.
A irse ya,
irse naciendo.
II Cigarra (descenso/ascenso súbito)
Inmersa
represalía,
caricia
desprovista
de pavor,
despavorida,
alimaña
afinando
su panoplia
a mi pesar.
Macho y hembra,
todo abdomen,
toda fuelle,
fuero interno,
fuera infierno.
Vibraba con locura.
III Cicada (fuga inconsútil)
Perder piso
y vivir,
ya encimada
sobrepuesta
ya enlazada
a capas y más capas de otras cosas,
cientos
de miles
de millones
reclinadas a la espera,
alharaca en despedida,
purísimos
filos
estentóreos,
pico y pala,
ostentosa oscilación
entre lamento y alabanza,
entre sustento y elemento.
Mantis religiosa
con música de Marco Antonio Castro
I
¿Zoología?
Del zooreino
súbdito
que ni nombre
merece o necesita,
y me cabe no en la boca,
cual agravio o alabanza,
sí en la mano,
cual fuete, revólver,
varita mágica,
puntal,
luz
de Bengala.
Su conjuro
campanero,
fraile rezador,
predicador:
su identidad,
la mía.
II
Apareció en el barandal
de mi tristeza,
sobre la forja negro mate
de mis últimos minutos.
Cuidado,
alertaba
la capa de aire
a mis espaldas:
no hay majestad
de cóndor de California
o sabor a crimen y tragedia
de buitre americano;
no confundas
transparencia
con plumosas vastedades
destinadas a planear;
no confundas propicio
con ubicuo,
quehacer sin sangre
del profeta literal:
de frente, imposible
sostenerle la mirada
(cosa que hasta del asesino,
in articulo mortis
se consigue).
III
Extiende las extremidades
y las une en oración
para gozar,
aplicar suma destreza
al atrapar su presa,
su móvil alimento,
pan de vida;
eleva así plegarias
al creador
e ipso facto
por arte
de milagro
se torna
inofensiva.
IV
Órbitos y antenas
coludidas
con madre natura
para el engaño:
hasta para sufrir
hay que comer,
no me mates,
mantis,
no me ingieras,
de ti misma
no me llenes.
V
¿Cuántas veces
habré abierto yo
la boca
y sacado la lengua
para recibir
el mayúsculo
arponazo,
óvalo de oblea
inmortal?
VI
Me remuerde
la conciencia,
me resuena
el corazón
a pajaritos;
alguien toca la puerta,
golpea con aldabón:
¿quién?
responde
preguntando
un alma de animal.