La pregunta da vueltas y vueltas
y crea un pensamiento oscuro, una idea
que no se convence a sí misma de su blancura.
Qué, por qué, quién, cuándo, cómo, dónde,
frutos que cuelgan del árbol del deseo,
flores caídas o semillas suspendidas en el aire.
Luego, viento que las lleva lejos,
polen que fertiliza otras preguntas
en tierra yerma.
Y que nadie contesta.
Vuelvo una y otra vez al mismo árbol
bajo los frutos recientes, las altas flores
los rizomas y raíces a la vista
los ramajes caídos.
Todos, pensamientos de la misma dehesa
donde ideas pastan en soledad y crecen
hasta soltar sus gemas de infértil galladura.
Desmalezo el terreno, día a día, tarea
en el albur del débil pastoreo
de enmarañadas ideas sin cosecha.
Y quedo con un humilde ramo de flores
enjoyando la cabeza.
Si piensa en el amor y en el orden de las cosas
como Delmira
si la primera fuente es el último linde
y la gota final ya manó en el inicio,
hacia atrás el resplandor y el estruendo mudo,
hacia adelante la luz tenue y el eco,
hoy mismo: el asombro, el azar,
la luna menguante
y la flor de pie roto. Como Delmira.
Entonces, ¿qué puerta de qué casa me clausura,
qué viento de qué calle me libera,
qué blanco de qué página me escribe?
Acciones inconclusas
En el sueño, digo una oración larguísima mientras giro en mi danza de derviche y vuelo; en la vigilia, estoy muda y clavada a la tierra.
En el sueño encuentro la verdad; en la vigilia, dudo.
Voy manejando bajo la lluvia; los limpiaparabrisas enjugan las lágrimas del vidrio.
Pero sigue en mis ojos toda el agua.
Hoy el volcán Popocatépetl está lanzando humo y ascuas.
Está encendido también dentro de mí, porque sigo sentada en una silla extrañamente inclinada y siguen oscilando los pendientes de jade, mientras ruge el volcán del Cerro de Montevideo.
Y yo enderezo la columna regiamente.
(Dicen que el desierto de Atacama se ha llenado de flores violetas
pero yo estoy aquí con la hoz en este erial estéril
donde mutilo los pequeños brotes de mi árbol.)
Amo lo redondo, la hermosa pregnancia
de la plateada esfera de Parménides.
Pero no esta ciliada esfera colorida
con su corona de lata y alfileres
que día a día acecha en la ventana.
Partidas
Hay un círculo de fuego que va a ser traspasado
como una nave hacia el espacio disparada
y estarás más fuerte que en el fórceps del alumbramiento
Mi pensamiento irá así de lejos
y allí estaré sin que lo sepas
y estaré aquí
de a poco, intermitentemente
siguiendo la línea que viene desde la empolladura
Ahora emerge el adiós como una rasgadura
y los jirones al aire te acompañan
y lo harán por siempre
Mientras sigas mirando hacia el cielo
aunque no veas la Cruz del Sur
habrá algún punto que hacia ti mi luz refracte
y estaré como una marca indeleble en tu mapa
entre el agua y la sangre
dibujándose.
Hay un avistamiento que no es de pájaro
es de hijo a lo lejos
es un adivinamiento de su vuelo
una raíz al aire, al viento del sur
que hace volar la lengua materna
y la deja perdida al borde de un río marrón
al que no llega el agua de los canales.
Espero llegar a ver sus flores y los colores de su amanecer.
Recordarle que soy el tallo.
Y el tronco de su árbol.
Y sus hojas caducas.
Cinco horas antes le llegará el sol.
Leerá cinco horas después mi último poema.