Cuatro Poemas
José Mármol
el último sofisma de Protágoras el mago
para mi vocación. lo importante no es discutir si fue Dios o no quien creó este mundo. tampoco si existe o no existe Dios. para mí. lo importante sigue siendo averiguar en qué pensaba Dios—exista o no--. cuando quiso crear el mundo—lo haya creado o no.
Poema sin fin
Un caballo azorado. Una trémula rosa. Un sexo madrugado y florecido en otro sexo. Un chasquido de luces de alquitrán. Un color deslizado por sábanas de ardor. Una gota informe de ilusión perdida. Una lágrima homérica en bachata cantada. Una taza de sol desbordando agonías. Una casa infinita con magia cartesiana. Una mónada ebria y un pharmacon felpudo. Un aguacero espeso dando a luz cosas dormidas. Tierras que son beso de infortunio con azar. Una mancha fauvista. Un collage de Darío. Una voz soñada por Dios como testigo. Una idea que respira. Un sapo que me habita el corazón fundido. Un orate improvisando teoremas en la esquina. Un buque arrimado a otro puerto entristecido. Una huella de polvo fijada en mi niñez. Un no sé. Un tal vez como simulación del tedio y de la ira. Una línea de Klee. Una vocal que gira hacia lo profundo. Un palacio de muerto. Un juguete ya roto, abandonado, mudo. Una jauría que parte infinita hacia la luz. Una cayena rota en el sendero. Un arrecife alto para saltar al sueño. Un sofocante aire de rutina. Un bolero que habla de coraje y perfidia. Una vista de luna con el centro podrido. Una piña colada en un garito colonial. Una joven hermosa con sus tetas al viento. Un rocío apagando la sed de tu maizal. Un diálogo con nadie para durar más hondo. Una carne aterida. Un recuerdo de Vlía, Nadja y Altazor. Otra vez un caballo azorado con alas. Una trémula rosa. Un sexo que madruga y se apoya en otro sexo. Una medusa enorme en la pelvis. Un par de begonias de un altar. Un color deslizado, un vacío, un ardor...
esquicio del vuelo
voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose. y en mi turno de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria.
Retrato de mujer
En tu boca tiembla un pájaro tirado a lo sediento. En tus dedos, templos altos de luz andan despiertos. Habla con tu voz aquel ángel seducido por una magia, un cuerpo, un vocablo insospechado. Nada por tus párpados un pez bello y fugaz, y en la negra chorrera de tu cabello tieso, un celaje de carne con alas suena y brilla. No mis ojos te dibujan, no mi trazo maculado. No mi arte la perfila; es el agua desbordante que me asalta con mirarte, untadas por imanes lascivos ambas manos, y no importa que estés muda porque hablas con tocarme. Hay entre tus pechos matices imposibles, bosques y bahías, cañaverales limpios, mojadas poblaciones, algas finas, robles, yerba. Me asomo al intocable destello de tus manos y temo que mirándome se desnude tu voz, y como San Francisco de Asís hable a las aves, y se descalce y pese mucho menos que el aire. Mujer que me desalmas con tan sólo nombrarme; mas no importa si estás muda porque cantas cuando miras. En tu vientre acuna un mar con veleros erguidos, en tu pelo un surtidor de la noche se desgrana, en tu boca de nubes y pájaros me pierdo, y no importa si estás muda porque cantas cuando amas.
para mi vocación. lo importante no es discutir si fue Dios o no quien creó este mundo. tampoco si existe o no existe Dios. para mí. lo importante sigue siendo averiguar en qué pensaba Dios—exista o no--. cuando quiso crear el mundo—lo haya creado o no.
Poema sin fin
Un caballo azorado. Una trémula rosa. Un sexo madrugado y florecido en otro sexo. Un chasquido de luces de alquitrán. Un color deslizado por sábanas de ardor. Una gota informe de ilusión perdida. Una lágrima homérica en bachata cantada. Una taza de sol desbordando agonías. Una casa infinita con magia cartesiana. Una mónada ebria y un pharmacon felpudo. Un aguacero espeso dando a luz cosas dormidas. Tierras que son beso de infortunio con azar. Una mancha fauvista. Un collage de Darío. Una voz soñada por Dios como testigo. Una idea que respira. Un sapo que me habita el corazón fundido. Un orate improvisando teoremas en la esquina. Un buque arrimado a otro puerto entristecido. Una huella de polvo fijada en mi niñez. Un no sé. Un tal vez como simulación del tedio y de la ira. Una línea de Klee. Una vocal que gira hacia lo profundo. Un palacio de muerto. Un juguete ya roto, abandonado, mudo. Una jauría que parte infinita hacia la luz. Una cayena rota en el sendero. Un arrecife alto para saltar al sueño. Un sofocante aire de rutina. Un bolero que habla de coraje y perfidia. Una vista de luna con el centro podrido. Una piña colada en un garito colonial. Una joven hermosa con sus tetas al viento. Un rocío apagando la sed de tu maizal. Un diálogo con nadie para durar más hondo. Una carne aterida. Un recuerdo de Vlía, Nadja y Altazor. Otra vez un caballo azorado con alas. Una trémula rosa. Un sexo que madruga y se apoya en otro sexo. Una medusa enorme en la pelvis. Un par de begonias de un altar. Un color deslizado, un vacío, un ardor...
esquicio del vuelo
voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose. y en mi turno de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria.
Retrato de mujer
En tu boca tiembla un pájaro tirado a lo sediento. En tus dedos, templos altos de luz andan despiertos. Habla con tu voz aquel ángel seducido por una magia, un cuerpo, un vocablo insospechado. Nada por tus párpados un pez bello y fugaz, y en la negra chorrera de tu cabello tieso, un celaje de carne con alas suena y brilla. No mis ojos te dibujan, no mi trazo maculado. No mi arte la perfila; es el agua desbordante que me asalta con mirarte, untadas por imanes lascivos ambas manos, y no importa que estés muda porque hablas con tocarme. Hay entre tus pechos matices imposibles, bosques y bahías, cañaverales limpios, mojadas poblaciones, algas finas, robles, yerba. Me asomo al intocable destello de tus manos y temo que mirándome se desnude tu voz, y como San Francisco de Asís hable a las aves, y se descalce y pese mucho menos que el aire. Mujer que me desalmas con tan sólo nombrarme; mas no importa si estás muda porque cantas cuando miras. En tu vientre acuna un mar con veleros erguidos, en tu pelo un surtidor de la noche se desgrana, en tu boca de nubes y pájaros me pierdo, y no importa si estás muda porque cantas cuando amas.