de En nombre de ninguna
Rosabetty Muñoz
Esta, la de la foto, es la misma que jugaba con su muñeca todo el día y en la noche la arropaba para que no sienta frío ni miedo. Se resistió a tirarla cuando perdió un ojo. Siguió negándose cuando cayó sobre la estufa y se quemó el brazo de goma. Y cuando se le apelmazó el pelo. Y cuando quedó con una sola pierna.
Es la misma. Sin señales de pena, posa con los restos del recién nacido sobre los trapos con los que limpió el piso.
*
Pidió por semanas el crujiente vestido a cuadros de brillantes colores y muy amplio. Con él puesto, se sentaba frente a la casa sobre una estufa de cancagua rota que tapaba estirando el ruedo de la falda. Así, tiesa y orgullosa, como heroína de novela, esperaba horas y horas probando gestos recatados y las manos ordenadas en el regazo.
A fines de ese año empezó a llenar el vestido y la confinaron en la pieza con una sola ventana que daba al gallinero. Casi al mismo tiempo, en la cancagua empezó a crecer una flor buscando aire por la abertura del caño. Tenía aspecto pavoroso y un olor nauseabundo, por eso su madre le regó agua hirviente.
*
Y ésta es la Bernarda. Ella leyó en el diario una noticia sobre el asunto de las guaguas botadas en basureros públicos y se le contrajo de golpe el vientre vacío. Reclamó en el juzgado al Primer Niño para acunarlo muerto, le puso de nombre Aurora y lo enterró en un lugar sagrado para tener dónde ir a dejarle flores.
La tumba que compró es amplia para que vayan llegando sus hermanitos.
Aguas
No se habla de los ríos ocultos.
No se nombran sus aguas
ni se intenta oír el curso de cristal.
Permanece ahí
reserva y fondo de otro paisaje.
La palabra y el agua tienen ese pacto secreto
celo de decir
que cubre la desnuda transparencia.
Celo de borboteo imposible.
Misterios dolorosos
Si tapo el colchón con el cubrecamas
Si envuelvo la guagua con una toalla
Si la meto en la mochila
Si me pongo el uniforme
Si parto a clases, como siempre
Si camino despacio
Si nadie me mira
Si
En vano la llamé en vano
esperé leche brotando de su pecho
un negro impulso me arrebató la voluntad
y me abrí camino desplegando cuencas
orificios, poros
todo abierto para recibir.
De un túnel a otro.
Presentí el placer de los lamidos
pero las manos alrededor de mi cuello
El paisaje interior ha mudado.
Como banderas gastadas
las membranas
flamean sobre esta huella recién abierta.
Se ha trenzado para siempre el goce
con el aliento desesperado de la muerte.
Caudal
Asomada a la ventana
sus ojos forman un afluente
que se une a los canales de afuera.
Esa mirada enturbia
aguas que venían cristalinas.
Y empaña el vidrio
y provoca la caída de una nube rota.
Río tormentoso
que trae también troncos y restos
de animales descompuestos.
Se atraviesa la página en blanco
con una rama de buscar agua
hasta dar con el caudal, la fuente.
Es la misma. Sin señales de pena, posa con los restos del recién nacido sobre los trapos con los que limpió el piso.
*
Pidió por semanas el crujiente vestido a cuadros de brillantes colores y muy amplio. Con él puesto, se sentaba frente a la casa sobre una estufa de cancagua rota que tapaba estirando el ruedo de la falda. Así, tiesa y orgullosa, como heroína de novela, esperaba horas y horas probando gestos recatados y las manos ordenadas en el regazo.
A fines de ese año empezó a llenar el vestido y la confinaron en la pieza con una sola ventana que daba al gallinero. Casi al mismo tiempo, en la cancagua empezó a crecer una flor buscando aire por la abertura del caño. Tenía aspecto pavoroso y un olor nauseabundo, por eso su madre le regó agua hirviente.
*
Y ésta es la Bernarda. Ella leyó en el diario una noticia sobre el asunto de las guaguas botadas en basureros públicos y se le contrajo de golpe el vientre vacío. Reclamó en el juzgado al Primer Niño para acunarlo muerto, le puso de nombre Aurora y lo enterró en un lugar sagrado para tener dónde ir a dejarle flores.
La tumba que compró es amplia para que vayan llegando sus hermanitos.
Aguas
No se habla de los ríos ocultos.
No se nombran sus aguas
ni se intenta oír el curso de cristal.
Permanece ahí
reserva y fondo de otro paisaje.
La palabra y el agua tienen ese pacto secreto
celo de decir
que cubre la desnuda transparencia.
Celo de borboteo imposible.
Misterios dolorosos
Si tapo el colchón con el cubrecamas
Si envuelvo la guagua con una toalla
Si la meto en la mochila
Si me pongo el uniforme
Si parto a clases, como siempre
Si camino despacio
Si nadie me mira
Si
En vano la llamé en vano
esperé leche brotando de su pecho
un negro impulso me arrebató la voluntad
y me abrí camino desplegando cuencas
orificios, poros
todo abierto para recibir.
De un túnel a otro.
Presentí el placer de los lamidos
pero las manos alrededor de mi cuello
El paisaje interior ha mudado.
Como banderas gastadas
las membranas
flamean sobre esta huella recién abierta.
Se ha trenzado para siempre el goce
con el aliento desesperado de la muerte.
Caudal
Asomada a la ventana
sus ojos forman un afluente
que se une a los canales de afuera.
Esa mirada enturbia
aguas que venían cristalinas.
Y empaña el vidrio
y provoca la caída de una nube rota.
Río tormentoso
que trae también troncos y restos
de animales descompuestos.
Se atraviesa la página en blanco
con una rama de buscar agua
hasta dar con el caudal, la fuente.