*
Un día eran horda blanca, azul me suscitaran no el entrepié o sordo urular de conefluvio denominado aluminio, y no en torpor de mirlo, dice aquí.
Míralo: si ruiseñor sí, alondra ruiseñor.
Y de respirar para omitir un aerolito, cogió lodo. Cogió agua de uvas y de vid y lo ví en imperativo, no llovía: tres hombres en pijama arden el estanque. Se llamaba Alondo, se llamaba Zacarya, se llamaba Harlodt, y no querían lunas en la cara y no querían licor de menta y no querían haikus. Si yo dibujara algas en mis muslos por dar piernas al poema esto se leería elefante o líquen o ave a cuatro cajas o toros muertos en aldaba atroz.
Pero era tarde ya. Y eran niveles de agua marcados en piedra con pinceles de fosfeno. Eran color simetrizando eras. O una garza en la costra del estanque que me mira y sé que soy la puerta del mamut, tampoco ámbar.
Hay un ruido rojo. Hay un ruido rojo, decididamente. Cyan magenta es cianuro de tus manos. Magenta yellow es imán bebí. Y beber es cuenca y significa. Y significa es mandíbula que cae.
*
O si escribir era jaguar adentro la escalera un niño cantan cajas verdes al oído del soldado desde el lodo: Tengo sed. Tengo sed y muerde el lóbulo. Un cocodrilo ríe, sí, pero nadie que dijera: Es tu medalla o fruta o fruta la medalla al sol.
Y no es ojo de tigre ni jaula con bolsitas.
Y no ni leche de oro encadenada al oro.
Ni pedazo de ojo.
Ni pedazo de.
Y no es ojo de tigre o vendaval permeable.
Ni proa boreal que aureolas flúor licuarían
al reverso de alas verdes en las alas
si fósforos así
y trasminan lácteos
yemas de algidizan en la lumbre de una i.
Zapato invisible o pequeño emperador a tres vistas
Láctea, flavescente
lo que en mí no dilucida en laja aviar.
Remanso simultáneo al sol abismo, fósil
lava en mí celeste, lacustre calendario
así mi mano
así mi ánima.
Rüido. Rüido. Rüido.
En mi ni casa de luz ni veloz.
Silencio era una niña y su cabeza imaginaria, estalactita no todos dicen estalactita no —y está lactando.
Si lo dices dos veces te derramas
llamarada vitral en hueco undeante
te derramas
velándote en otra
“flameva obscura”
donde convergir sí es oro
y plasma y feto.
Oh densidad huerta.
*
Dibujamos armas de mínimo resplandor.
Dibujaban estrellas, cada diente demolían.
Alguien yo que imaginé cascos de pulpo
o arenitas en la pulpa presagiándome
el diluvio:
diminutos animales que al lóbulo cabrían
si supiéramos dormir.
Pero mis ojos es un manantial
de aves nevadas tonel púrpura su escarabajo.
Dorado avanza sin gritar —¿Es?
Se alza de espaldas a ensoñarse marsupiales.
Atrás del mar están sus alas
destilando matices de rojo.
Atrás de la lluvia hay catarinas diciéndose Alailá
o diciéndose amordir.
Al tiempo que un anfibio armorecía
mi trébol que te fue en cantar
setas al oído
crecidas a una zarza anudillada, esa cabecita
de tres años que
Desde su sillita así bajándose
preinscrito.
*
Eran horcas dibujadas en almelos
acariciar mi nombre autófagos si sucedían
de nueve a nueve
círculos de atomillar en cornisas flamboyantes.
Si su voz fuera un centímetro lejana, existiría.
Si distancia fuera una palabra me darían ¿doce
faisanes?
¿O cada fuego arborecer bifurca?
A horcajadas, grité
holanes celestes la silueta del verano.
O sol es hay
y somos
y mirar por la ventana es
cerrar el vuelo en algo azul
redondo, alrededor:
espigas acampa.
Y tañe no amarillo
o subreír, Uffizi
si es decirte que es metálico arde en ecos y sucede en manzanares
que la estatua del jardín me habló y me dijo nuestros nombres
y me dijo Alaila y me dijo
también que soy un pájaro
donde ficus recortados sobreseían la sombra
sí
nadie ahogárame de huesos en los leones
nata gris en la doble resolana
donde llueve, y yo.
El esqueleto que a la ruta adecuó
Colectar un capullo lo relativamente fábrica de sombreros que drene un panorama pleno de papillas y avispones y llamas dadas. Colectar una cola de castor combinable a la deshidratadora número uno. Colectar una trituradora de espiráculos nevados (llamarla que extravíe). Colectar un “aluvión”. Un “aluvión” es concebir un espacio de cigüeñas (todavía). Murmurar: Luzbel es la luz consciente. Soñar: un cuchillo replegándose en forma de aluminio, una turba de mosaicos ya sin piel o suicidándose o nido o gallo, su gemelo seduciéndome (en la sabana paralela), su madre y su madre a escala. Hogar: un espejo color pastel, un sendero pájaro-serpiente, un sendero pájaro-campana. (Su nombre era decir lo que se dice: páxaro-diamante.)
no ir más allá de las piedras que dibujan. No mirar telarañas. No decir: Las telarañas son. No mirar el pájaro rojo en la copa cuando me diga: Mira el pájaro rojo. Tampoco matar insectos de algodón con piedritas.
Osos sí, no más de tres.
Ya te dije: una meseta donde el canguro y su mapa-calendario. (Alegoría.) Una lista de números en la voz de un alacrán que esquinó. Un cuadrilátero a la sombra como bruja láctea. O pelos de bruja. O caldo de niñas en su ritual pétreo-mentolado.
Sin jamás decir: reginforar, jirafizar, jeroforir. (Solveig
era un nombre
una epopeya en la micro-mar del caracol adherido.)
Pero Ígor, dame un puente, dame pies trocaicos, dame un tractor. (Advengo ya.) Y eran taurinos, ¿viste tú? —De su entre cairelancia. Tal vez graffiti-malla, tal vez canciones rubias diario diluir a través de los: ¿Cómo te llamas tú?
Bermellón. Me dijo Bermellón, no Vi el pájaro
rojo en la copa. (Escuché Campanella.)
El pájaro rojo era el crúor, el tópico, cierta ranfla de cíclopes, volado acomedido de madrépora-turbión donde dormía: una letanía de gas pormenorizando el posible ajonjolí. Tanque digestor de lodos. Tan robot, tan can gurú. Tampoco las canoas donde estrellitas tin tin dosforecentes.
Aquí y aquí:
Así, o que desparzo mis ígneas multitudes
en elefantes-mariposa.
El elefante-mariposa que todas las especies de al fondo de aquel río me dice y diré dos:
Es decir: ayer, tras neblinazo, neblinazo; allá, patrullas. Hoy, con éxodos veloces, las cigüeñas.
Ahí es una plaga de cilindros traduciendo la arista implicada:
y su vestido verde