de Chesterton

Alejandro Crotto

La lambersiana

Detrás de la pileta hay una lambersiana
del color del limón. Es mediodía
y reverbera el aire en el calor
de febrero y la quieta resolana. Los grandes
ya se fueron a misa,
van a rezarle a Dios, que no se ve y es santo,
mientras tanto los primos nos metemos al agua,
nos secamos tirados entre risas al sol.

Después yo entré en la lambersiana. Era otro mundo
ahí dentro, como ver otro lado en las cosas,
lo que las sostenía. Afuera los penachos amarillos
en el aire caliente, y una estructura adentro
de ramas resinosas y la luz, la fresca luz
filtrada, que me dura.





Si usted va y mira una gallina durante una hora o dos, va a encontrar al final que el misterio más que disminuir ha aumentado

Las patas fuertes, amarillas.

Su ritmo al caminar con esa especie de ridícula eficacia,
frenándose de a ratos para escarbar la tierra.

Su estructura compacta en plumas negras, brillantes,
casi azules cuando le pega el sol.

Coronada de rojo, con el pico

de un amarillo igual al de las patas,
rápido el ojo.

Mientras avanza a ras del suelo que rasca y picotea
levanta a cada rato la cabeza y la mueve un poquito:
un atavismo irrenunciable

para avistar al potencial depredador.

Ahora se estira y aletea con fuerza en el lugar.

Quizá para despabilarse,

para activar su circulación o algo así.





La alegría

El mar trepó a la orilla dando tallos y troncos,
la rama que se estira con sus peras sembradas de perales
pero también buscando nuevas frutas
y flores, como el huevo del pez sus golondrinas.

Como, amándose y pudriéndose,
las antiguas musarañas sacaron de sus entrañas
dromedarios, elefantes de trompas extravagantes,
delfines. Como la extraña marea
que nuevas formas tantea
va forjando en el deseo
lentamente a lo largo de siglos
manos, aletas, la cola del vívido pavo real,
la oreja del conejo, el renacuajo
que se hace rana y mañana
va a poner nuevos huevos,
uvas rojas,
el abrojo,
el ojo del león,
de la libélula,
lo que en el árbol ciegamente
tuerce las ramas a la luz;
sus hojas de sed femenina,
la sápida, lívida sabia,
tu sangre con sales de mar.